Hace 17 mil millones de años el Big Bang dio nacimiento al universo. En 1492, Pinzón gritó “¡Tierra!” En 2015, los pueblos exclamamos: “Riesgo máximo: cambio climático”. Por Rodolfo Romero – RoRó.
Para entender mejor y comprender profundamente a nuestra madre tierra, nuestra querida Pachamama, debemos asociarla a la visión de universo, una totalidad, y registrar lo que nos decía el genio del siglo XX Albert Einstein: “Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible”.
Hoy, sabemos que somos materia y energía, y que juegan un papel fundamental para el desarrollo de la vida en nuestro planeta.
Disfrutamos de lo que nos ofrece el suelo, el aire, la luz solar, el calor; y nuestro cuerpo es un laboratorio donde la sangre, la piel y toda nuestra conformación representan un gran equilibrio.
Y justamente este equilibrio está amenazado. Los átomos y las moléculas son nuestras sustancias originarias. Y todo nos indica que estamos jugueteando peligrosamente con la materia y la energía que representa nuestra riqueza fundamental.
Es preciso captar, por un lado, que las rocas hablan, y que el universo tiene su propio lenguaje, que los seres vivos debemos saber conjugarlos y respetarlos.
El calor de la tierra y toda la radioactividad que posee, especialmente gracias al uranio y al plomo, y que permite producir un calor interno, se manifiesta con sus respiraderos que son los volcanes, que justamente está generando nubes volcánicas, y vomitando gases y lava en el sur de Chile, alarmando a la población, y el calor del sol, que es vital para dar vida a los árboles y a la vida humana gracias al H2O que nos alimenta, conforman el equilibrio del planeta, que nosotros, con nuestra insensatez, la estamos provocando, desequilibrando y enfureciendo.
Nuestro sistema solar es nuestra maravilla, y la vida humana es nuestro gran misterio. No la juguemos a los dados. El azar no puede definir nuestro futuro.
El concepto espacio – tiempo, que desde Einstein dejó de ser un concepto lineal para adquirir un carácter relativo y dinámico, en permanente expansión, tiene su propia historia, que según va evolucionando el universo, y en particular la tierra, pareciera haber entrado en un “agujero negro” y estar sometido a un riesgo máximo.
Los científicos nos dicen que el universo tiene aproximadamente 17.000 millones de años, y que la vida tiene una antigüedad de aproximadamente 4.500 millones de años, que no la podemos rifar ni abusar de todo lo que nos ofrece gratuitamente.
Hoy ya sabemos que la explotación minera y la explotación petrolera del esquisto - fracking está representando una gran amenaza para el equilibrio del planeta. Y a las grandes corporaciones empresariales mineras y petroleras no les importan los daños que van produciendo irresponsablemente. Tampoco preocupa al imperio.
Otro riesgo es
la salvaje deforestación de nuestro planeta, y sabemos muy bien que sin plantas no hay oxígeno en la tierra. Estamos contaminando peligrosamente el medio ambiente. Cada vez es más difícil respirar aire puro, y nuestros pulmones consumen cada vez más bióxido de carbono.
El problema de
la basura es criminal. No hemos sido capaces de controlar nuestra voracidad consumista y la locura por el despilfarro de los recursos naturales es cada vez más insensato.
Y los productos transgénicos son una nueva amenaza. Produce cáncer.
Nuestro principal enemigo está siendo el modelo de producción, de acumulación y concentración del conocimiento, de la riqueza y del poder hegemónico predominante. Se lo denomina capitalismo-neoliberalismo.
La cultura de la guerra va produciendo un escalofrío ya inaceptable. Nos dedicamos a producir armas como artículos de primera necesidad. Los bombardeos sistemáticos, la amenaza de una guerra nuclear, el aumento de la violencia y el terrorismo, el negocio del narcotráfico, y tantas otras locuras personales y colectivas nos indican claramente que estamos trajinando por el “abismo del tiempo”, queriendo desconocer que debemos ser respetuosos viajeros del tiempo-espacio.
La violencia, el terrorismo y la guerra no es nuestro destino.
Debemos desarrollar nuestra cultura de que somos parte del universo, y que es un gran contrasentido agredirla y producir desequilibrios que luego representará una gran amenaza para la vida humana y para la misma vida de nuestro planeta, por lo que necesitamos aprender a conservarla y cuidarla con mucho celo y amor.
Este siglo XXI representa un momento estelar de la historia humana, que es menor a la historia del universo y de la tierra, y que en nombre de la racionalidad y de la sensatez, nos conmina a repensar el tiempo – espacio que nos toca vivir para no generar una próxima y riesgosa hecatombe. Un Big Bang negativo.
Rescatemos todo lo que la física y la química nos enseña: somos materia y energía. Y lo que la cultura humana ha estado sedimentando: tenemos una espiritualidad que humaniza nuestras vidas.
Anhelamos algo diferente, imaginamos un mundo diferente. Y nosotros somos la gran diferencia.
El cambio climático, por nuestra propia irresponsabilidad, no puede montarnos su propia emboscada.
Y no es la guerra nuestro destino. La justicia social y la paz es nuestro camino.
Reaprendamos a transitarlo con fe, con coraje y con esperanza.